LAS MÍAS
Alexis Romero Salazar
Cada uno tiene sus razones; las comparto casi todas. Y aunque las motivaciones
pudieran no ser las mías, las valoro profundamente. Lo bueno es que son
bastante.
Para no votar por la derecha, vale decir por Capriles, los adecos y
copeyanos, reciclados en Primero
Justicia y Nuevo Tiempo, pudiera –lo digo con modestia- echar mano de una fina
argumentación sociológica. Pero no; me empeño en volver la mirada a nuestra propia
precariedad como gente de pueblo o en buscar en la memoria fotográfica los
rostros de los muchachos trabajadores en la calle que encuesté hace dos décadas
para `los rigores de la urgencia’.
Sería suficiente saber que nuestra gente se moría de hambre o de mengua
por falta de atención a su salud; pero insisto en recordarme chamito junto a mi
vieja, prendido en fiebre y delirando, haciendo cola durante semanas para
lograr una cama en el servicio general del hospital por una grave infección en
el hueso.
Bastaría hablar de las condiciones de empleo, del esfuerzo titánico de
los trabajadores para sobrevivir con sus familias, pero me empeño en evocar la
absoluta privación de mi viejo y el cartón que tapó los huecos de los zapatos
en largas caminatas a la empresa o a nuestro liceo.
Como siempre voy a contrapelo –y por eso me dan los golpes-
porfiadamente recuerdo el respeto a los derechos humanos en la negación de los
permisos a todas las marchas
estudiantiles y populares.
Me es suficiente volver a la estadística “democrática” de la brutal
represión a jóvenes liceístas y universitarios; sin perdonar a las muchachas;
no olvido el golpe en sus inocentes rostros (Solamente para el primer Caldera
49 estudiantes asesinados y para Leoni mil desaparecidos).
Bástame evocar la jauría persiguiendo; sentir que de nuevo se dobla la
espalda y la sangre que corre en la rasgadura por el impacto de la peinilla del
guardia criminal
No hay más que regresar al handicap de huelgas y exigencias obreras
declaradas ilegales y enfrentadas con acciones militares de guerra: todas.
Para mi es suficiente recordar a mamá tocando las puertas de liceos que
se cerraban a sus hijos adolescentes por la sola acusación de “comunistas” o
las masivas expulsiones de universidades y el éxodo familiar.
Evocar los ojos de aterrorizados de mi vieja y los hijos pequeñitos ante
el ensañamiento cobarde de impunidad absoluta de los esbirros a las tres de la
madrugada.
Suficiente con recordar el papel estigmatizador y elitista de los
medios de comunicación y la complicidad de la iglesia concelebrante.
Hoy, tal vez al sociólogo que investiga la violencia le sería aceptado
que expusiera teorías sobre su relación con el poder y la dominación; pero
insisto en no querer olvidar.
Y para conjurar los allanamientos y detenciones arbitrarias e ilegales
de mis hermanos Elsie, Juan José, Nils –grandioso en su humildad- y la mía
propia; para echarle un parao al maltrato y al abuso de la incautación de un
afiche del Ché como material de guerra.
Para no ver ardiendo la casa de nuestra Liga Socialista; para que no se
repitan las torturas como las de mis camaradas Luis Salinas, Eduardo Sifontes, Pablo
Emilio Ochoa, “El Poeta” Juan Medina, David Nieves, “El Viejo” Coa Fernández,
José Zabala, Marelis Pérez, Francisco Cedeño, y Juan Lugo;
Para no tener que llorar a otros camaradas asesinados como Alexander
Alzolay, Vicente Contreras, Jorge Rodríguez, Sorfanny Alfonso, Ronald Morao,
Carlos Wilfredo García.
Para que “Por Capriles” no me salga Posada Carriles, pongo el seguro. Los
invito a levantar una barrera para que no pasen: una muralla de votos.
Y recuerdo el poema de Gustavo que aprendí de memoria en 1970:
“Escogieron esta tierra para
clavar la bota
Escogieron estos verdes valles
para quemar este subsuelo para escarbar
Nosotros hemos sacado legañas a
las piedras hemos conocido el peso
del gas interior del planeta
Nosotros no sabemos que
diferencia al metal del pan
Ustedes dejaron en nuestros
plexos metidos avaricia codicia y orfandad
mordeduras roturas escisiones
putrefacciones prohibiciones estremecimientos
torturas muertes llagas
y llagas y
llagas y llagas…” *
Gustavo Pereira. Los Cuatro Horizontes del
Cielo.
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