viernes, mayo 11, 2012

Penélope

Supo todo sobre mí... Inasible, profunda, pacientemente furiosa. Gata y ave con la sabia ingravidez del movimiento, que seguirá cruzando como si nada la vida y la muerte que nos toca.

Para Amaranta...camarada del amor y de Penélope...

Conozco una voz hecha con alas de colibrí, despojada de jaulas y desaliñadamente culta. Por eso, sabe beber agua en los desiertos, acariciar todos los paisajes, médanos y mares, riscos y acantilados, con certeza y levedad de ala, con fuerza de magistral vuelo. Conozco esa voz con alas de colibrí, de inquietud permanente en aleteo exacto, enhebra en un hilo traslúcido, los sonidos y el silencio, liba de flor en fruto, de poema en canto, y de canto en vida, la solidaridad y el cobijo. Esa voz arrulló a Penélope en su vida de gata, es decir en su vida plena...
No son más silenciosos los espejos ni más furtiva el alba aventurera; eres, bajo la luna, esa pantera que nos es dado divisar de lejos. Por obra indescifrable de un decreto divino, te buscamos vanamente; más remoto que el Ganges y el poniente, tuya es la soledad, tuyo el secreto. Tu lomo condesciende a la morosa caricia de mi mano. Has admitido, desde esa eternidad que ya es olvido, el amor de la mano recelosa. En otro tiempo estás. Eres el dueño de un ámbito cerrado como un sueño. Jorge Luis Borges
Oh fiera independiente de la casa, arrogante vestigio de la noche, perezoso, gimnástico y ajeno, profundísimo gato, policía secreta de las habitaciones, insignia de un desaparecido terciopelo, seguramente no hay enigma en tu manera, tal vez no eres misterio, todo el mundo te sabe y perteneces al habitante menos misterioso, tal vez todos lo creen, todos se creen dueños, propietarios, tíos de gatos, compañeros, colegas, discípulos o amigos de su gato. Yo no. Yo no suscribo. Yo no conozco al gato. Todo lo sé, la vida y su archipiélago, el mar y la ciudad incalculable, la botánica, el gineceo con sus extravíos, el por y el menos de la matemática, los embudos volcánicos del mundo, la cáscara irreal del cocodrilo, la bondad ignorada del bombero, el atavismo azul del sacerdote, pero no puedo descifrar un gato. Mi razón resbaló en su indiferencia, sus ojos tienen números de oro. Pablo Neruda