viernes, octubre 05, 2012

Cada uno tiene sus razones


LAS MÍAS


                                                    
                                                  

 Alexis Romero Salazar
                                               alexisromerosalazar@gmail.com


Cada uno tiene sus razones; las comparto casi todas. Y aunque las motivaciones pudieran no ser las mías, las valoro profundamente. Lo bueno es que son bastante.

Para no votar por la derecha, vale decir por Capriles, los adecos y copeyanos, reciclados en  Primero Justicia y Nuevo Tiempo, pudiera –lo digo con modestia- echar mano de una fina argumentación sociológica. Pero no; me empeño en volver la mirada a nuestra propia precariedad como gente de pueblo o en buscar en la memoria fotográfica los rostros de los muchachos trabajadores en la calle que encuesté hace dos décadas para `los rigores de la urgencia’.

Sería suficiente saber que nuestra gente se moría de hambre o de mengua por falta de atención a su salud; pero insisto en recordarme chamito junto a mi vieja, prendido en fiebre y delirando, haciendo cola durante semanas para lograr una cama en el servicio general del hospital por una grave infección en el hueso.

Bastaría hablar de las condiciones de empleo, del esfuerzo titánico de los trabajadores para sobrevivir con sus familias, pero me empeño en evocar la absoluta privación de mi viejo y el cartón que tapó los huecos de los zapatos en largas caminatas a la empresa o a nuestro liceo.

Como siempre voy a contrapelo –y por eso me dan los golpes- porfiadamente recuerdo el respeto a los derechos humanos en la negación de los permisos a  todas las marchas estudiantiles y populares.

Me es suficiente volver a la estadística “democrática” de la brutal represión a jóvenes liceístas y universitarios; sin perdonar a las muchachas; no olvido el golpe en sus inocentes rostros (Solamente para el primer Caldera 49 estudiantes asesinados y para Leoni mil desaparecidos).

Bástame evocar la jauría persiguiendo; sentir que de nuevo se dobla la espalda y la sangre que corre en la rasgadura por el impacto de la peinilla del guardia criminal

No hay más que regresar al handicap de huelgas y exigencias obreras declaradas ilegales y enfrentadas con acciones militares de guerra: todas.

Para mi es suficiente recordar a mamá tocando las puertas de liceos que se cerraban a sus hijos adolescentes por la sola acusación de “comunistas” o las masivas expulsiones de universidades y el éxodo familiar.

Evocar los ojos de aterrorizados de mi vieja y los hijos pequeñitos ante el ensañamiento cobarde de impunidad absoluta de los esbirros a las tres de la madrugada.

Suficiente con recordar el papel estigmatizador y elitista de los medios de comunicación y la complicidad de la iglesia concelebrante.

Hoy, tal vez al sociólogo que investiga la violencia le sería aceptado que expusiera teorías sobre su relación con el poder y la dominación; pero insisto en no querer olvidar.

Y para conjurar los allanamientos y detenciones arbitrarias e ilegales de mis hermanos Elsie, Juan José, Nils –grandioso en su humildad- y la mía propia; para echarle un parao al maltrato y al abuso de la incautación de un afiche del Ché como material de guerra.

Para no ver ardiendo la casa de nuestra Liga Socialista; para que no se repitan las torturas como las de mis camaradas Luis Salinas, Eduardo Sifontes, Pablo Emilio Ochoa, “El Poeta” Juan Medina, David Nieves, “El Viejo” Coa Fernández, José Zabala, Marelis Pérez, Francisco Cedeño, y Juan Lugo;

Para no tener que llorar a otros camaradas asesinados como Alexander Alzolay, Vicente Contreras, Jorge Rodríguez, Sorfanny Alfonso, Ronald Morao, Carlos Wilfredo García.

Para que “Por Capriles” no me salga Posada Carriles, pongo el seguro. Los invito a levantar una barrera para que no pasen: una muralla de votos.

Y recuerdo el poema de Gustavo que aprendí de memoria en 1970:

“Escogieron esta tierra para clavar la bota
Escogieron estos verdes valles para quemar este subsuelo para escarbar
Nosotros hemos sacado legañas a las piedras hemos conocido el peso
   del gas interior del planeta
Nosotros no sabemos que diferencia al metal del pan
Ustedes dejaron en nuestros plexos metidos avaricia codicia y orfandad
mordeduras roturas escisiones
putrefacciones  prohibiciones estremecimientos
torturas muertes llagas
                                    y llagas y llagas y llagas…” *

 Gustavo Pereira. Los Cuatro Horizontes del Cielo.